domingo, 29 de enero de 2023

El robador de felpudos

Hoy he salido de casa y al abrir la puerta me he dado cuenta de que algo había pasado a mi alrededor, tenía un aspecto distinto y a la vez imperceptible… pero ahí estaba pasando algo y gordo. He atravesado el umbral con el pie derecho y, efectivamente, ahí estaba el error, el truco, la pega, la gamba, el precipicio, el abismo óptico:

EL FELPUDO HABÍA DESAPARECIDO

Que sí, estáis leyendo bien. Alguien, algo o alga se ha llevado mí felpudo esta mañana. Si esta historia le estuviera pasando a otra persona, seguramente me estaría riendo en el sofá mientras cambio de canal y como palomitas de bolsa sin acertar en la boca más que una de cada seis, pero me ha pasado a mi y necesito hacer justicia y reunir, si es que existen, a esos corazones rotos a los que alguna vez nos han dejado la puerta de casa desnuda.

Poco se habla de los felpudos, pero es una prenda del hogar que viste, abriga, estiliza. Tú vas de visita a casa de alguien, a la consulta del dentista o a buscar mandanga y ver un felpudo en la puerta te da confianza. Ahí detrás existe un hogar, alguien que un día se preocupó por dar cobijo a esos millones de parásitos y bacterias nómadas que viven en las suelas de nuestros zapatos. No tienes pruebas, pero tampoco dudas.

Ver una casa sin felpudo es como cuando tu cura de siempre, el que te bautizó, el que acompaña a tu abuela a casa del brazo y recibe los balonazos de los niños a la hora del recreo se afeita el bigote. La cambia la cara, le cambia todo. Pasa de ser cura a ser un segurata del Leroy Merlin. 

Cuando se me ha pasado un poco el disgusto, he decidido bajar por las escaleras e inspeccionar el resto de puertas piso por piso, al más puro estilo de los controladores de plagas, para ver si todos conservaban su alfombrita rasposa y ahí me he dado cuenta de que faltaban algunos. ¿Sería algún tipo de mensaje del más allá? ¿Debería saber descifrar ese código random si ni siquiera entendí el final de Los Serrano?

He esperado todo el día mirando por la mirilla para ver si mi felpudo había vuelto. Su vacío sigue ahí. ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Arrasar con los batines de las abuelas? Hay objetos sagrados, eso debería estar recogido en algún sitio. 

Ahora solo me queda esperar como me esperaba él a mí. Recordarlo en su esplendor y pensar que otros pies harán cosquillas en sus pelitos. Compartir es vivir, pero ahora no me queda otra que poner algo para llenar ese vacío. Un post-it, un tranchete, un papel de propaganda del Dürum. Es curioso como a veces no vemos las cosas que nos sostienen, pero cuando desaparecen, parece que perdamos el equilibrio. 


PD: A partir de ahora sé que ya no importa donde ponga los pies, porque tú siempre tendrás un lugar en la entrada de mi corazoncito.



8 comentarios:

  1. Golum!!!! Mi Felpudo!!!! Golum!!!! tienen mi felpudo, Golum lo quiere!!!!

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    1. Golum no lleva zapatos, que haga el favor de lavarse los pies como todo el mundo! Jajajajajaja

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  2. No sé si por empatía porque al mío le han pegado una dentallada y luce como la manzana de Apple o por hacerme reír en un domingo de la cuesta de Enero, pero podríamos decir que este es el mejor post que has escrito en tiempo. 👏🏻

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    1. Solo por eso me pongo a trabajar desde ya en el siguiente!

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  3. Genial! Cuanto puede dar de sí un felpudo. 😉😂😂

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    1. Jajajajaja, que se lo digan al que se lo ha llevado!!

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  4. Jordi Gonzalez Barrufet17 de marzo de 2023, 3:29

    El felpudo y sus espartanos buscando su protagonismo.......

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  5. Parece muy extraño que alguien quiera llevarse un felpudo o varios de una escalera. Nunca hubiéramos podido llegar a imaginar lo importantes que son en una entrada de un hogar hasta que un día lo perdemos… Se Feliz Don Felpudo allá donde estés…DEP en los pies de otro afortunado.

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